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El escándalo en Diputados y una trifulca con insultos entre Facundo Manes y Emilio Monzó

¿Se cayó o la tiraron abajo? Hablando de la última bochornosa sesión de Diputados que se suspendió por una batahola de peluquería, femenina por cierto, o de feriantes arrebatados por un lugar en el mercadillo. Fueron legisladores de ambos sexos que se agraviaron con insultos, suficientes para que algunos se fueran del recinto, abortara el quórum y pasaran los temas para otra oportunidad: ni a la oposición ni al oficialismo les convenía discutir temas con los que se pueden manchar (caso Libra, la cripto que involucra a los hermanos Milei, universidades, discapacidad, etc). Al menos por una semana. O más. Maltratarse hasta que se apaguen las luces y luego tomar un café en Casablanca o en lugares más discretos. Tras el alboroto, la gente que responde a Facundo Manes sostuvo: fue una obra de teatro del kirchnerismo y la Libertad Avanza, hasta se pasaron en la actuación, escuela Lee Strasberg. Fingidos, según ellos, los amagos de cachetazos a José Luis Espert por haber denunciado a los que arrojaron bosta en su casa, estoicismo del legislador para soportar injurias como “cagón” o “psicópata” en el apremio de las chicas de la Cámara, Cecilia Moreau y Florencia Carignano —entre otras— mientras él se protegía detrás del busto más famoso de la Cámara según opinión generalizada, el de la marplatense Juliana Santillán. Puede ser machista la descripción del cronista, pero verosímil en cambio la reflexión de los allegados al famoso médico de la cabeza, quien a esta altura debe preguntarse la razón por la cual se afilió al radicalismo cuando él, sin esa marquilla, antes era más famoso por sus incursiones medicas. Pero se sospecha de esa opinión: Manes integra un núcleo aún impreciso que desea entrar como una cuña entre las dos grandes agrupaciones para las próximas elecciones. El sueño de la paloma, creer que el mar es el cielo. Se equivocaba.

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Pero en esa cuña, transitoriamente amistosa, también se cruzan insultos. Al menos para reiniciar las relaciones. Por ejemplo, en una reciente y opípara cena organizada por un empresario ahora de bajo perfil, el mismo Manes empezó lo que iba a ser una comida de unidad, increpando a quien puede ser su socio político en la aventura electoral: Emilio Monzó. Empieza el dialogo:

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«Vos, Emilio, y Margarita (Stolbizer) me cagaron», sostuvo con alguna razón y patética memoria, ignorante de que ciertos pactos en política vencen en corto plazo y de acuerdo a la conveniencia. Abundó en una retahíla de reproches. Hasta que habilito la palabra al exaltado Monzó:

«Mirá Facundo, vos sos un deforestado mental», levantó la apuesta para continuar en el fértil dialogo con otras diatribas que más tarde, por razones de interés, culminó en abrazos y promesas de compartir una lucha contra los residuos de Cristina y los exabruptos de Milei.

La discrepancia apenas superó el primer plato, 15 minutos de trifulca con amenazas hasta físicas, luego vino el entendimiento para forjar una coalición política razonable entre dos extremos que, por el momento, parece dominar las emociones de una Argentina dividida en dos partes. Sin términos medios. Tanto Manes como Monzó, en su empresa electoral, todavía sin nombre y sin partido, pretenden aglutinar otras voluntades sueltas, razonables, de Schiaretti a Randazzo, sin olvidar a un Miguel Pichetto con escaso entusiasmo porque aún le quedan dos años de servicio en la Cámara. Curioso: nunca hablaron de Mauricio Macri, no lo incluyen en sus propósitos, parecen convencidos de que ese tótem del PRO ya ha sido esterilizado por Javier Milei. Lo más sabroso de la cena, sin embargo, fueron otras contingencias, anécdotas, en particular referencias al golpe de furca que sufre el país por la decisión de una jueza norteamericana que obliga al gobierno a entregar el 51% de las acciones de YPF o pagar, tal vez, una cifra que ronde los 16 mil millones de dólares.

Algunos conocedores de otros tiempos recordaban una áspera reunión de Cristina Fernández de Kirchner y Sebastián Eskenazi, un 28 de diciembre, fecha en la que lo mandó a mudarse de YPF en la que era titular y cobraba un millón y medio de dólares igual que el catalán Antonio Brufrau de Repsol. Cuando terminaron las críticas y vino el despido, ella —ya viuda y luego de un par de crisis con Eskenazi luego del funeral— le dijo: “Mirame bien, porque esta es la ultima vez que me vas a ver”. Parece que cumplió, no se sabe de otro encuentro entre el banquero preferido y la dama. Un detalle: en ese desencuentro, paradójicamente el Día de los Inocentes, en la reunión participó por unos minutos el hijo de la entonces Presidente, Máximo, documentos en mano. La mayoría de los presentes en este cónclave de clase media para votantes de clase media se quejó por el absurdo atraso de los tribunales de Comodoro Py en la dormilona investigación. Nunca se les ocurrió citar, por ejemplo, a la prisionera en la celda de 5 ambientes en San José 1111, y por el sórdido conflicto que supuso la irritación femenina de que Eskenazi simpatizara más con el Rey de España, a quien respondía finalmente Brufrau, a conservar la confianza que su marido Néstor había depositado en él. Diferencia entre la realeza y el poblado de Santa Cruz. Por supuesto, de plata no se habló, gente de caballería. Dicen. En este garabato explicativo se recuerda el episodio con palabras más elegantes de las que se vertieron ese 28 de diciembre. Discreto el dueño de casa, habrá que admitirlo, sabía más que el resto de los concurrentes.

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El otro capítulo que enredó amorosamente a los participantes en la cena estuvo referido al andar económico, a la posibilidad de que haya modificaciones cambiarias luego de las elecciones de octubre según unos, mientras otros más acelerados sostenían que eran inevitable esas transformaciones aún antes de esos comicios. Nadie sabe si los acontecimientos, de ocurrir, pueden beneficiar o no al emprendimiento que aun bordan el dúo Manes-Monzó. O Monzó-Manes. Conjeturas sobre el valor del dólar, observaciones a la burla de Luis Caputo a quienes sostienen que el dólar se disparará. Al mejor estilo desgraciado de Lorenzo Sigaut (el que apuesta al dólar, pierde), el ministro advirtió: “Si creen que va a subir, compren, campeones”. Seguro de sí mismo aunque no le permita a los bancos dar créditos en dolares y parece no haber advertido, ni aprovechado, que en el mundo la divisa norteamericana cayó 10%. Pero la Argentina está afuera, standalone.

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