El Universal, uno de los medios más antiguos del país, lanzó una convocatoria para celebrar el Mes del Orgullo LGBTIQ+, utilizando lenguaje inclusivo y promoviendo una narrativa identitaria sin límites. Bajo el eslogan “Celebremos juntes el orgullo de ser quienes somos”, invita a enviar fotos y videos para un especial multimedia y una edición impresa.
Lo que alguna vez fue un referente informativo hoy se convierte en megáfono de la ideología de género, renunciando al rigor, a la neutralidad y hasta a la gramática más básica. La iniciativa no busca informar, sino reafirmar un discurso ideológico cerrado. No hay espacio para el análisis ni para la reflexión crítica:
todo gira en torno a validar emociones e identidades cambiantes, con conceptos que no admiten debate. En lugar de abrir la conversación pública, El Universal cierra filas con la corriente woke y convierte el periodismo en herramienta de militancia cultural.
Gramática ideológica, no lenguaje inclusivo
La utilización de términos como “juntes” no es inclusión: es imposición. Se toma un idioma con reglas compartidas y se le fuerza a servir como instrumento de reingeniería ideológica. Quien no usa esa jerga es señalado como retrógrada, intolerante o “incapaz de empatizar”.
Medios que deberían ser guardianes de la claridad y la verdad se convierten en propagadores del dogma progresista disfrazado de diversidad.
No es solo una palabra: es el marco desde donde se impone una visión del mundo. En ese marco, la biología es “opresiva”, la diferencia sexual una “construcción” y el cuestionamiento, censura.
El lenguaje inclusivo, tal como lo maneja la agenda woke, no amplía derechos: cancela significados.
De la prensa al performance
El Universal ya no es un medio de comunicación: es un escenario de representación ideológica. Cada portada, cada convocatoria, cada redacción adaptada al discurso de moda sirve a la narrativa oficial del progresismo. En lugar de cuestionar al poder, lo reconfiguran en términos de “opresores y oprimides”.
Mientras el país enfrenta crisis reales —inseguridad, pobreza, migración desbordada, corrupción—, los medios “comprometidos” dedican sus espacios a difundir contenidos identitarios, emotivos y funcionales al nuevo moralismo social.
El Universal ya no informa: adoctrina. Y quienes no se alinean son invisibilizados o caricaturizados como “enemigos del progreso”.
La verdad ya no importa. Solo importa que todo sea aprobado por la corrección política. Porque en el México de hoy, los medios no dan noticias: dan lecciones ideológicas.
Y en vez de prensa libre, tenemos una red de propaganda pintada de arcoíris… y llena de dogmas.