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Algo bueno que nos trae Donald Trump

A veces, para entender lo que es el populismo, hay que vivirlo en carne propia. Europa llevaba años hablando del fenómeno como si fuera un virus exótico, algo que afectaba a otros: Venezuela, algunos países de Latinoamérica, quizá Polonia… pero no a “nosotros”, los del mundo occidental supuestamente ilustrado. Hasta que llegó Donald Trump.

Y entonces el populismo dejó de ser teoría para convertirse en espectáculo diario en modo porno-politics: obsceno, evidente, sin matices y con consecuencias reales. Instituciones desprestigiadas, “verdades alternativas” (que son mentiras con todas sus letras), discursos incendiarios que se convierten en leyes, mercados tambaleantes. Ya no hablamos de ideas peligrosas, hablamos de daños concretos. Y sí, también en nuestros bolsillos, bien apretados últimamente por los aranceles.

Aquí viene entonces, aunque cueste decirlo, una de las cosas buenas que ha traído Trump: ahora sabemos lo que pasa cuando se normaliza lo anormal. Es decir, cuando se vota populismo… y gana. Porque no fue un accidente. Estados Unidos sabía lo que votaba. Lo hizo una vez. Y lo repitió. Lo tenían claro. Así que, mensaje para navegantes: ningún ciudadano europeo puede seguir diciendo “eso aquí no podría pasar”. No solo puede. Pasa. Miremos Hungría.

La cosa va en serio. Muy en serio. Ojo con las papeletas: las urnas las carga el diablo. Aprendamos la lección que nos da, sin querer, el bueno del malo de Trump. Porque Estados Unidos es único para lo bueno y para lo malo. Pocos países tienen su impacto global. Pero ahora imaginen cada país europeo con su mini-Trump, sin el poder de Washington pero con las mismas ínfulas. No, amigos del “no lo veas”, eso no saldría bien.


Sobre la firma

Pablo Foncillas

Columnista de la sección Economía

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