Un equipo de científicos del CONICET descubrió una especie de dinosaurio megarraptórido, un grupo de terópodos carnívoros que se caracterizaban, entre otros aspectos, por poseer grandes garras en su mano.
El nuevo ejemplar, denominado Joaquinraptor casali, fue hallado en la Formación Lago Colhué Huapi, un área que durante el Cretácico Superior se ubicaba en el centro-sur de la provincia del Chubut, donde hoy se emplazan las ciudades de Comodoro Rivadavia y Sarmiento.
El trabajo fue publicado por la revista internacional Nature Communications. Fue encabezado por Lucio Ibiricu, investigador del CONICET en el Instituto
Patagónico de Geología y Paleontología (IPGP, CONICET), quien asegura que Joaquinraptor habría medido un poco más de 7 metros, pesado aproximadamente 1 tonelada y, al momento de morir, habría tenido al menos 19 años.
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El lugar donde se hallaron los restos.
“Seguramente este dinosaurio carnívoro era uno de los depredadores tope del ecosistema presente en la formación y representa uno de los miembros del grupo más jóvenes, ya que habría muerto relativamente cercano a la extinción de los dinosaurios, que sucedió aproximadamente 66 millones de años atrás”, indica el científico.
Los huesos de este nuevo dinosaurio terópodo fueron vistos por primera vez en 2019 y, posteriormente, en distintas campañas se completó la extracción de su esqueleto, el cual estaba parcialmente articulado.
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La especie se encuentra entre los megarraptóridos más completa en términos de representación de su esqueleto, y fue uno de los últimos sobrevivientes de este grupo de dinosaurios carnívoros.
Los indicios indican que habría medido un poco más de 7 metros, pesado aproximadamente una tonelada.
Joaquinraptor representa el registro geológicamente más joven de Megaraptoridae. Esto apoya la hipótesis de que estos depredadores sobrevivieron hasta el final de la era Mesozoica, hace aproximadamente 66 millones de años, cuando un asteroide impactó la Tierra y causó la extinción de todos los dinosaurios, excepto sus descendientes vivos, las aves.
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Joaquinraptor, al igual que el resto de los megarraptóridos, era carnívoro. Los crocodiliformes eran vertebrados que compartieron el ambiente con Joaquinraptor. La presencia de un húmero (único hueso de otro vertebrado en la excavación) entre las mandíbulas sugiere que este “cocodrilo” podría haber sido una de las fuentes de alimento de esta especie, aunque otro tipo de interacción ecológica no puede descartarse.
Más restos de Joaquinraptor, el dinosaurio hallado en Chubut.
“Entre los aspectos más llamativos se destaca que el único hueso recuperado en la excavación y que no pertenece a Joaquinraptor es un húmero de un crocodiliforme. El húmero se encontró entre las mandíbulas del dinosaurio, lo cual nos da un indicio de las posibles fuentes de alimento de Joaquinraptor en particular y de los megarraptóridos en general”, expresa Ibiricu.
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El nombre Joaquinraptor es en homenaje al hijo del primer autor del trabajo (Joaquín), y casali en reconocimiento a Gabriel Casal, director del Laboratorio de Paleontología de Vertebrados Dr. Rubén Martínez.
El estudio en detalle de su anatomía permitió incrementar considerablemente el conocimiento de los Megaraptoridae, así como sus relaciones filogenéticas y distintos aspectos de la paleoecología de estos dinosaurios carnívoros.
“El hecho de haber encontrado un brazo articulado como en este caso es muy importante porque agrega mucha información a la osteología de este grupo para poder compararlo con otros miembros. Al grupo ya lo conocíamos, aunque algunos de los nuevos materiales recuperados, por ejemplo el maxilar, ahora se pueden comparar por primera vez con otros miembros del grupo.
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Por lo tanto, este hallazgo es importante porque agrega mucha información para conocer la osteología y, en algún punto también, la historia evolutiva de los megarraptóridos”, finaliza el especialista del CONICET.
El trabajo también fue realizado por los investigadores Bruno Álvarez y Marcelo Luna, del Laboratorio de Paleontología de Vertebrados Dr. Rubén Martínez de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco (UNPSJB); Ignacio Cerda, de la Universidad Nacional de Río Negro; Julieta Caglianone y Noelia Cardozo, del Instituto Multidisciplinario para la Investigación y el Desarrollo Productivo y Social de la Cuenca del Golfo San Jorge (IIDEPyS-GSJ-CONICET); y Matthew C. Lamanna, del Carnegie Museum of Natural History.