Durante meses se prepararon en silencio, amasaron más de mil pizzas, ensayaron bailes típicos, repitieron coreografías y repasaron recetas heredadas de abuelos y bisabuelos. El gran día llegó y la Feria de las Comunidades Extranjeras volvió a latir en Comodoro Rivadavia con la emoción de quienes, a través de la cocina y la danza, mantienen vivas sus raíces. Lo que pasa en la cocina italiana o en los ensayos vascos se repite en cada una de las veinte colectividades que participaron de la feria el pasado fin de semana: horas de trabajo, meses de preparación y el deseo de salir a mostrar y compartir su cultura.
En la Feria de las Comunidades Extranjeras, los sabores y las danzas cuentan la misma historia: tradiciones transmitidas de generación en generación. En la cocina de los italianos, las ollas no descansan. «El secreto es que le ponemos todo el amor que tenemos, nosotras, estas mujeres; lo hacemos con entusiasmo», cuenta Mary Savía de Coluccio, integrante de la colectividad desde hace cuarenta años.
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No hay exageración: este año amasaron 1.010 pizzas y prepararon 350 tiramisú. Una cifra que da cuenta de la magnitud de la feria y del esfuerzo de cada colectividad. “La salsa la hacemos con cebolla, morrón, ajo, tomate, condimentos, aceite de oliva… todo picadito. Y hay un secreto: la ponemos en la masa sin cocinarla antes. Ese es el verdadero toque de la pizza italiana”, reveló Mary ante la insistencia de la pregunta.
Mary, una referente de la Colectividad Italiana desde hace cuarenta años
Mary llegó desde su Italia natal cuando tenía apenas ocho meses, en barco con su mamá. En Mar del Plata, el lugar que fue su primer destino, la esperaba su padre, que había llegado unos meses antes para asegurarse un trabajo en una colonia de pescadores.
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“Cuando pruebo esas pizzas que hacemos en la colectividad me pasan muchas cosas. Primero recuerdo a la familia; la extraño mucho, porque mi vida fue un doble desarraigo: el de venirme de Italia siendo bebé y después el de dejar a toda mi familia en Mar del Plata para venirme al sur. Me casé con mi marido, también italiano, y nos vinimos. Fue muy duro. Ahora tengo dos hijos en Buenos Aires y me faltan, los extraño mucho. Pero acá encontré algo que me gusta: cocinar, estar con la gente y poder transmitir a los demás. Eso me emociona mucho.”
El secreto del tiramisú
La medida justa de brandy es lo que transforma a este postre típico de Italia en un verdadero manjar. Este año, la colectividad italiana elaboró 350 porciones de tiramisú, siguiendo una receta que Mary conserva como un tesoro familiar. Se trata de una versión original, publicada en una revista italiana hace más de cuarenta años, escrita íntegramente en blanco y negro y en su lengua materna.
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“La que usamos está toda en italiano y la tenemos desde hace más de 40 años. No se puede perder esto, es una reliquia”, cuenta Mary mientras repasa en voz alta algunos pasajes en italiano, como si fueran un puente directo con sus raíces.
La receta original con la que los italianos elaboran el mejor tiramisú
El valor de esa receta va más allá de lo culinario; es un símbolo de identidad y también un secreto bien guardado. “La clave es que tiene que estar bien fuerte; el café y el licor son fundamentales. Tiramisú significa ‘levántame’. Por eso debe tener carácter, para levantarte de verdad”.
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La Colectividad Italiana cumple 106 años en Comodoro Rivadavia, una historia que se entrelaza con la de la ciudad misma. A lo largo de más de un siglo, decenas de familias encontraron en la asociación un espacio para mantener vivas sus tradiciones, su lengua y su gastronomía. Hoy, esa herencia se refleja no solo en los sabores, sino también en la alegría de un cuerpo de baile numeroso que transmite con música y color el espíritu de Italia a cada generación.
Entre danzas y raíces vascas
El cuerpo de baile de la colectividad vasca ajusta sus últimos ensayos. Maite Baztán, presidenta de la institución y coordinadora de los “danzaris”, no esconde la emoción. “Para mí, bailar vasco o estar arriba de ese escenario me lleva a sensaciones increíbles. Una vez me dijeron que lo único que me apasionaba eran los vascos, y la verdad que sí. Creo que está copado encontrar algo en la vida que te apasione, porque es como que no perdés el rumbo”.
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Desde 2007 coordina el cuerpo de baile: “para mí el Centro Vasco es mi segunda casa, me dio un montón de espacios donde crecí, me vinculé, la pasé increíble. Mi compromiso es que otros encuentren lo mismo que yo encontré”, dice convencida.
Maite Baztán, presidenta de la colectividad y coordinadora del grupo de baile
Desde hace meses que los vascos, y en general todas las colectividades, vienen preparando los cuadros que van a presentar el día de la feria. “Muchas de las coreos salen de mi creatividad; me inspiro en los grupos de allá, busco música que me genere algo y a partir de ahí construyo la coreografía. Pienso que, si me emociona a mí, es probable que emocione a los demás. Y también creo que hay que aggiornarse a los tiempos de hoy”.
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Los jóvenes y la pertenencia
“Antes, la mayoría de los integrantes eran descendientes directos; hoy eso cambió y las colectividades funcionan como casas culturales o clubes. Se acercan chicos por interés, por curiosidad, y terminan quedándose. Tenemos chicos que empezaron bailando en otras colectividades y hoy también bailan con nosotros. Los jóvenes circulan, pero lo disfrutan y ese es el enganche: sentirse parte”, explica Maite, orgullosa del espacio de contención que ofrece la colectividad.
La Asociación Euskal Echea tiene 102 años en Comodoro y hoy convoca a más de sesenta bailarines. “Si uno llega a un lugar y lo siente propio… se queda”, resume Maite.
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El apellido Baztán es sinónimo de la colectividad vasca en Comodoro Rivadavia. Durante décadas, la familia entera estuvo comprometida con el crecimiento y la permanencia de esta institución, dejando una huella profunda en cada celebración, danza y proyecto comunitario. Ese legado hoy sigue vivo a través de sus hijos y nietos, entre ellos Maite Baztán, quien continúa con orgullo el camino iniciado por sus mayores.
“Mi tío Antonio Baztán formó parte del primer grupo de baile de este centro. Es un apellido importante en la colectividad; la realidad es esa”. En su caso, hay un ritual que nunca falta antes de subir al escenario: “miro una foto de mi abuela. Eso lo hago siempre; necesito sentir ese acompañamiento”.
Parte de la familia Baztán, referentes de la colectividad en Comodoro
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El gran día, emoción compartida
Llegó el momento esperado. Los stands están listos, las cocinas encendidas, los trajes de baile preparados. La arenga previa a la apertura es clara: “Esta presentación no se repite, es hoy, ahora. Todos los nervios quedan acá. A la cuenta de tres: ¡Aupa!” dice efusiva Maite al grupo de más de veinte “danzaris” que están listos para subirse al escenario.
Maite junto a su tío, Antonio Baztán, integrante del primer cuerpo de baile de la colectividad
La emoción y la adrenalina recorren a italianos, vascos y a las veinte colectividades que comparten esa gran noche. Mary lo explica con simpleza: “Yo vivo acá adentro desde hace cuarenta años, mis hijos vivieron acá adentro. Este lugar es mi segunda casa, lo defiendo y quiero que se conozca la cultura”.
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La feria es más que un evento gastronómico o artístico; es un punto de encuentro de memorias y de raíces que siguen vivas. Como sintetiza una de las frases más emotivas de Mary, “el inmigrante tiene el corazón dividido, uno donde están sus raíces y otro donde tiene sus ramas…”. Esa dualidad late en cada plato, en cada paso de danza, en cada bandera que flamea en el predio. Y late, sobre todo, en la emoción de quienes sostienen estas tradiciones con trabajo voluntario, esfuerzo y amor.
Mary junto a las cocineras de la colectividad y los últimos detalles de los platos