“No me dejes nunca… Pero si lo hacés, matame cuando estés de salida”, le dice Ivy a Theo, su adorado marido, con el humor cáustico que los une desde que se conocieron. Es la peculiar y muy británica forma en la que se expresan afecto los dos personajes en el centro de la trama de Los Roses, la película basada en la comedia negra La guerra de los Roses que en 1989 protagonizaron Kathleen Turner y Michael Douglas. Ahora, los Roses son interpretados por Olivia Colman y Benedict Cumberbatch, dos de los actores más celebrados de la escena británica que hace tiempo lograron dar el salto para destacarse en sus incursiones cinematográficas.
Amigos por años, Colman y Cumberbatch hace tiempo buscaban un proyecto en el que pudieran trabajar juntos por primera vez. Fue el productor Ed Sinclair, el marido de la actriz, quien les sugirió la posibilidad de volver a contar la historia de la amorosa pareja que, tras más de una década de matrimonio, se transforman en enemigos mortales especialmente equipados para asegurar la destrucción mutua.
Para garantizarse que la nueva versión estuviese a la altura de sus talentos, los actores convocaron al exitoso guionista Tony McNamara (Pobres criaturas, The Great) con el que Colman ya había trabajado en La favorita, el film que le consiguió el Oscar a la mejor actriz en 2019. Así, McNamara tomó la novela original escrita por Warren Adler como inspiración para contar la tragicómica historia de Ivy y Theo Roses, un proyecto que sus protagonistas disfrutaron, aunque Cumberbatch admita que estaba un poco nervioso antes del comienzo de la filmación.
“Mis expectativas eran tan altas y todo parecía ser tan divertido en teoría que, si algo salía mal y no la pasaba bien, sería por mi culpa”, explica el actor al comienzo del encuentro vía Zoom con la prensa internacional del que participó LA NACION. A su lado, con una sonrisa espléndida, Colman asiente. No será la última vez que el dúo esté de acuerdo durante la charla. De hecho, sus opiniones y puntos de vista están tan alineados que por momentos parecen estar en su propio mundo hecho de coincidencias, chistes internos y risas compartidas. Como cuando los dos admiten estar sufriendo los efectos del jet lag luego de viajar de Londres a Nueva York para asistir a la premiere de la película. Un estado de delirio en el que una palabra de pronunciación peculiar deriva en una imitación a dúo del gran actor británico Ian McKellen.
-Esta es la historia de un matrimonio en decadencia, pero lo divertido es ver la química entre ambos personajes. ¿Cómo encontraron el equilibrio entre el humor absurdo de las situaciones que atraviesan, que en realidad son muy dolorosas?
OLIVIA COLMAN: -Todo estaba en el brillante guion de Tony McNamara así que uno solo tiene que hacer lo que él dice, honestamente.
BENEDICT CUMBERBATCH: -Eso si sos Olivia Colman, porque ella es naturalmente brillante. De mi lado, tuve que trabajar un poco más para lograr el tono correcto. No es falsa modestia. Me costó en serio y Jay Roach, el director, me ayudó mucho con mis escenas.
COLMAN: -Bueno, te salió todo muy natural. Sos muy gracioso.
CUMBERBATCH: -Es muy dulce de tu parte decirlo, pero la verdad es que descubrí que la comedia es algo muy serio.
-Hablando de eso, ¿qué lugar ocupa el humor en sus vidas diarias? ¿Qué cosas los hacen reír?
COLMAN: -Para mí el humor es muy importante. Una de las cosas que más me hace reír es mi esposo Ed, con quien el año que viene festejaré 25 años de casados. Debo decir que para mí no hay nada más gracioso que verlo tropezarse.
CUMBERBATCH: -Estamos descubriendo el costado cruel de Olivia Colman.
COLMAN: -Lo sé. Tengo la teoría de que las parejas que se divierten cuando el otro se lastima duran mucho tiempo juntos.
CUMBERBATCH: -Tiene sentido. Especialmente porque los ancianos suelen ser menos estables. Se caen más seguido. Así que van a estar más unidos que nunca cuando tengan 80 años.
Los actores se ríen a carcajadas. Especialmente cuando Colman describe una experiencia reciente en la que su marido no logró franquear los molinetes del subte a tiempo. “Me fui de tema”, admite la actriz y a su lado Cumberbatch la consuela: “Valió la pena”.
Cuentan los actores que su dinámica amable, salpicada de comentarios ácidos y observaciones teñidas de ironía, se trasladó al rodaje del film, aunque cuando el vínculo entre sus personajes pasa de amoroso a espantoso, su talento interpretativo fue tanto una bendición como un problema.
CUMBERBATCH: -Ella es tan buena actriz que cuando empezó a ser maliciosa con mi personaje sentí la necesidad de confirmar que no estuviera enojada conmigo. Es decir, que Olivia y Benedict estuvieran bien. Fue un poco patético.
COLMAN: -No, para nada. Fue un momento muy lindo, muy dulce.
-¿Fue complicado encontrar el equilibrio entre el drama y la comedia negra que recorren toda la película?
COLMAN: -Creo que ayudó que tenemos gustos similares. Mis comedias favoritas son bastante oscuras que al mismo tiempo relatan algo auténtico, creíble. Ya lo saben, acabo de admitir que me da risa ver como se cae mi querido marido. (risas).
CUMBERBATCH: -También es cierto que la comedia inglesa tiene una tradición de ser bastante maliciosa, filosa, en caso de necesidad. No es cruel, pero sí nos deleitamos viendo cómo fracasan los demás.
-Más allá de sus momentos hilarantes, la película retrata con honestidad aspectos de la vida matrimonial. ¿Se sintieron identificados con alguno de ellos?
COLMAN: -Cuando llevás mucho tiempo en pareja siempre hay momentos en los que te olvidás de escuchar al otro. O en los que empezás a pensar que lo que estás haciendo es mucho más importante de lo que hace tu pareja.
CUMBERBATCH: -Creo que la película tiene el material suficiente para que los espectadores salgan de verla y le agradezcan a Dios que no llegaron al punto de no retorno que alcanzan los personajes. Y para consolarse pensando que al menos no están tan mal en comparación con ellos. La trama contiene muchas observaciones sobre los cambios de dinámicas en las parejas y en cómo la gente lidia con ellas. Pocos lo hacen tan mal como los Roses.
-Jay Roach, el director de Los Roses, mencionó en una entrevista que estaba fascinado con el sexto sentido que tenían ustedes como pareja cómica. ¿Creen que ese entendimiento tiene que ver con el hecho de ser amigos antes que compañeros de trabajo?
CUMBERBATCH: -Creo que sí, porque para mantener una amistad a través de los años se necesita conocerse y confiar el uno en el otro. Ese fue un obstáculo que no tuvimos que sortear en escena. La confianza ya estaba establecida. Al mismo tiempo, tengo que decir que durante el rodaje fui testigo directo de la intuición emocional de Olivia y de la manera en que trabaja. Construyó un personaje gracioso y lleno de matices. Eso te obliga a estar a su altura. Y aunque la familiaridad ya estaba, ella logró sorprenderme cada día.
-En el film interpretan cómo un amor intenso devino en un odio irracional. ¿Fue difícil demostrar ese cambio gradual frente a las cámaras?
COLMAN: -Nos ayudó mucho que la historia se filmara de manera cronológica. Cuando las cosas se fueron poniendo oscuras teníamos muy presente lo bien que la pasamos interpretando a los personajes de jóvenes, en pleno enamoramiento. Se trataba de imaginar estar sentada frente a alguien que solías adorar mientras esos sentimientos se desvanecen. Con Ben del otro lado de la mesa solo se trató de mirarlo a los ojos para sentir todo eso de inmediato. Sus ojos se llenaban de lágrimas y yo pensaba: “Oh, no, Aquí vamos. Esto va a ser fácil de hacer y al mismo tiempo muy difícil porque él hace que el dolor en sus ojos sea real”. Estamos actuando, pero es real.
-Hay un cambio físico que se ve en pantalla cuando la relación entre los personajes comienza a deteriorarse.
COLMAN: -Eso se dio bastante naturalmente. Cuando te sentís feliz, algo le pasa a tu cuerpo, el bienestar se manifiesta. Y lo mismo sucede si estás enojado.
CUMBERBATCH: -Cuando las cosas empiezan a salir mal, la distancia crece. Me parece que en este caso eso se refleja geográficamente, en el modo en que Ivy y theo ocupan los diferentes espacios de la casa que es parte fundamental del conflicto, casi como un tercer integrante de la pareja. De repente, se instala una frialdad en el espacio entre los dos. Es la parte más trágica de la historia porque uno espera que puedan recordar cómo se querían, la conexión que tenían. Como espectador, uno desea que se animen a exponerse de nuevo, a la posibilidad de que los hieran. Eso es el amor, ¿no? Abrirte y estar dispuesto a asumir ese riesgo. No sé. Creo que me pasé con la profundidad de la respuesta.
COLMAN: -No, para nada.
CUMBERBATCH: -Quizás me sirva como inscripción para mi lápida. (risas). “Animate a abrirte”. Bueno, yo no estaré encargado de escribirla. Tony puede hacerlo. Sería perfecto y le quitaría peso de ocuparse de mi lápida a mis deudos. Otra vez me pasé de rosca. Perdón.