InicioEconomíaMarcha de San Cayetano reabre el debate sobre los verdaderos indicadores de...

Marcha de San Cayetano reabre el debate sobre los verdaderos indicadores de la pobreza

Ahora que, gracias a la serie de televisión protagonizada por Leonardo Sbaraglia, volvió el interés por lo ocurrido en los años del menemismo, quizás en el ámbito político tomen nota de una situación aparentemente contradictoria: en mayo de 1995, Carlos Menem fue reelecto en primera vuelta con un contundente 49,9% de los votos, pero al mismo tiempo había una alarma social por el salto del desempleo al 18%. La imagen más impactante de aquel año fue la celebración de San Cayetano: el 7 de agosto se formó una cola de 30 cuadras frente a la iglesia de Liniers para pedirle ayuda al santo patrono del trabajo.

Treinta años después, algunas similitudes pueden llamar al asombro: Javier Milei aplica, como Menem un plan de ajuste con el objetivo de eliminar la inflación y estabilizar el tipo de cambio, pero sufre cuestionamientos por los costos sociales que surgen como contracara de los indicadores macro.

El presidente tiene, según la encuesta de la consultora Giacobbe, un llamativo 48% de aprobación de su gestión y le saca 10 puntos de ventaja al kirchnerismo en la intención de voto para las legislativas de octubre.

Y, como hace tres décadas, esa situación convive con un cambio en el ranking de preocupaciones de la población: un sondeo de la Universidad de San Andrés muestra que la inflación pasó de liderar la lista con 60% de menciones a un nivel actual de apenas 15%. Pero, como contracara, la falta de trabajo duplicó en dos años las menciones, y ya supera el 30%, con tendencia a la suba.

Hay sectores particularmente castigados por el mix de tipo de cambio bajo y apertura comercial. Es así que la Unión Industrial Argentina denunció que ese sector pierde empleos a un ritmo de más de 1.500 puestos por mes.

Todo el tiempo se conocen indicadores inquietantes al respecto: por caso, los despachos de cemento registraron en julio una caída mensual de 2,4%, mientras que la producción automotriz cayó un 12,7% mensual.

Hubo casos puntuales de alto impacto, como la suspensión del 80% de la producción en la planta de Villa Constitución de Acindar, por la caída de las ventas en el mercado interno. Pero el sindicato denunció que, además, había otro factor preocupante: la producción local está siendo desplazada por la importación desde China, que es realizada incluso por la propia Acindar.

Y en la industria textil, uno de los más impactados por la apertura arancelaria, se denunciaron casos de «dumping» que llevaron la participación de productos importados a 67% del mercado, cuando el promedio de la última década fue de 55%.

El clima se enrareció todavía más por la abrupta suba de las tasas de interés, que lleva a los economistas a adelantar un enfriamiento en el crédito a la producción y al consumo.

Guerra de relatos, al rojo

Es en ese contexto que se intensificó la clásica «guerra de relatos» respecto de si la situación social del país está mejorando o empeorando. El propio Javier Milei hizo su aporte con la polémica frase respecto de que, si fuera cierto que la gente no llega a fin de mes, «ustedes al caminar por la calle la tendría que ver llena de cadáveres».

La provocativa frase hizo explotar la polémica con argumentos estadísticos de ambos lados de la grieta. Así, se puso de relieve la mora bancaria en 4,5% -el doble del promedio reciente- y con tendencia al alza, por parte de familias que financian con tarjeta de créditos sus compras de subsistencia.

En cuanto al empleo, el último relevamiento del Indec marcó otro empeoramiento que lleva el índice a 7,9% -1,7 millones de desocupados-, mientras el principal rubro en el que se genera trabajo es el cuentapropismo y las changas del sector informal. Ese fenómeno es marcado sobre todo en la población de menos de 30 años, donde el 58,7% trabaja en situación irregular, con baja o nula cobertura social.

Pero, en simultáneo, esos datos negativos coexisten con una mejora en la medición de la pobreza. Un reporte de la consultora LCG marca que, al primer trimestre de este año, el índice había caído a 31,6%, el registro más bajo de los últimos siete años. Mientras que la indigencia -es decir, la población en situación de riesgo alimentario- cayó a 7% -casi la mitad de hace un año-.

Aun así, siguen siendo números impactantes: 15,3 millones de pobres, de los cuales 3,4 millones siguen en la indigencia.

Y el debate se centra en el tema del ajuste fiscal: ¿es bueno porque baja la inflación y eso reduce la pobreza? ¿O es malo porque ralentiza la actividad en sectores que dan empleo, como la obra pública?

El día de San Cayetano será uno de los escenarios en los que esa discusión alcanzará su máximo nivel de visibilidad a nivel político. Se organizó una marcha desde la iglesia de Liniers hasta la Plaza de Mayo, convocada por sindicatos, organizaciones sociales y estudiantiles, con la bendición de la Iglesia Católica y el acompañamiento de la oposición política.

Marcha de San Cayetano: de fiesta religiosa a manifestación política

Hace ya mucho tiempo que esta festividad religiosa tomó un tinte político. De hecho, será la novena marcha que parta desde Liniers. Esta vez, la primera desde el fallecimiento del papa Francisco, que siempre había apoyado ese evento. Por ejemplo, con mensajes como este: «Los pobres no solo padecen la injusticia, sino que también luchan contra ella».

Las marchas ocurrieron bajo gobiernos de diverso signo, desde el macrismo hasta el peronismo, con mensajes cada vez más críticos. El protagonismo del acto fue tomado por las organizaciones piqueteras, que reclamaron ayuda estatal y advirtieron sobre el riesgo de una ruptura en el tejido social.

Fue particularmente incómodo para el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner la celebración de San Cayetano en 2021 y 2022, cuando el acto estuvo centrado en el reclamo por un «salario universal» y la denuncia de que los programas de asistencia eran «pan para hoy y hambre para mañana».

Fue en esos actos, además, que se consolidó el liderazgo de Juan Grabois, quien hoy pugna por mostrarse como la alternativa combativa en un peronismo fragmentado.

Se recuerda, por ejemplo, su advertencia de 2021 respecto de que la red de cohesión realizada por los movimientos sociales «no podrá evitar por mucho más tiempo el estallido del pueblo pobre que quiere algo más que el plato de comida que nuestras ollas populares ofrecen cotidianamente».

Al año siguiente, iría más lejos aún, al criticar con dureza al Gobierno con una frase que levantó polvareda: «¡Por qué no se dan cuenta de que no es política nada más, la puta madre! Es obvio que esto no da para más. Algunos gauchos acá estamos dispuestos a dejar nuestra sangre en la calle para que no siga habiendo hambre en la Argentina».

Grabois adelantó su presencia en la marcha de San Cayetano, con renovado discurso anti-Milei, donde destaca la crítica a la baja de impuestos a los productores rurales y el apoyo a las protestas contra los vetos presidenciales.

Agenda renovada y protesta callejera

Ahora están dadas las condiciones como para que San Cayetano vuelva a ser la plataforma de la protesta. La UTEP (Unión de Trabajadores de la Economía Popular) que es la organización que convoca oficialmente a la marcha y dice representar a «los descamisados del siglo 21» cuenta con una larga listas de argumentos nuevos. Por ejemplo, en el último reporte del Fondo Monetario Internacional se marca el compromiso del gobierno por depurar la selección de beneficiarios de los planes sociales.

Es algo que fue interpretado como un objetivo de recorte del gasto en la Asignación Universal por Hijo, uno de los pocos rubros donde no se había aplicado la «motosierra». Tras el desmantelamiento del plan Potenciar Trabajo, que tenía 1,2 millones de beneficiarios y estaba bajo la lupa política por ser administrado por la dirigencia piquetera, la AUH quedó como el principal canal de asistencia social.

Con una erogación de $2,7 billones en la primera mitad del año, la AUH representa casi un 5% de los gastos corrientes en el presupuesto del gobierno nacional.

Pero, más allá de los argumentos, lo que dejaron en claro los organizadores de la marcha de San Cayetano es su reivindicación de una política de protesta callejera, a la que ven como mecanismo más eficaz que la del debate partidario.

«El proceso electoral es importante, pero para nosotros la calle es fundamental para ponerle límite, freno, y apostar a que esta pesadilla termine lo más rápido posible», sintetizó Alejandro Gramajo, prosecretario de la UTEP.

La advertencia de la Iglesia

Podría pensarse que, desde el punto de vista del gobierno, este tipo de marchas resultan beneficiosas políticamente, porque exacerban la grieta con sectores desprestigiados, como algunos líderes del movimiento piquetero.

Sin embargo, en el caso concreto de San Cayetano, hay un factor que pone un límite al discurso gubernamental y que supone una incomodidad: el apoyo explícito de la Iglesia a la protesta.

«En todo plan económico, cuidar el empleo debe ser una prioridad indeclinable», fue el mensaje de la Iglesia en una declaración emitida por la comisión ejecutiva de la Conferencia Episcopal.

Un documento que lleva la firma de dos arzobispos y tres obispos dejó una frase inquietante para Milei: «La falta de trabajo hiere profundamente la dignidad de las personas y puede conducir al desaliento, al aislamiento y a la pérdida de sentido. En todo plan económico, cuidar el empleo y las fuentes laborales debe ser una prioridad indeclinable. Ninguna medida puede considerarse exitosa si implica que los trabajadores pierdan su empleo o vivan con angustia e incertidumbre sobre su futuro».

Más noticias
Noticias Relacionadas