El Presidente Javier Milei acababa de pronunciar una frase incendiaria, de aquellas que no hace tanto espantaban al Círculo Rojo y que ahora lo involucran en la lista de «enemigos del país», pero en la primera fila del evento, tres empresarios del sector bancario se reían y aplaudían. Con gestos cómplices y vistos a las distancia por otro ceo que habló con Página I12, uno de ellos asentía, como dando a entender que el mandatario estaba en lo cierto. «Empresarios prebendarios, políticos corruptos, periodistas ensobrados, los sindigarcas o los profesionales funcionales a este conjunto de hijos de puta que cagaron al país», bramó el mandatario ante la platea de la Expo EFI, un encuentro del sector financiero bancario que convocó a más de 1200 empresarios, economistas y dirigentes de empresas en el Centro de Convenciones lindante a la Facultad de Derecho.
La situación antes relatada abre el interrogante de si la burguesía nacional argentina se cuadra en el registro del insulto presidencial por una cuestión ideológica, está embarcada en un culto a la batalla cultural o bien ven en lo extremo esa última chance de que se cumplan sus viejos anhelos.
Una primera mirada, rápida y poco profunda, podría indicar que los que pagaron 250 mil pesos de entrada para estar en ese evento son parte del sector especulativo, el más beneficiado por las medidas de Milei, ergo, los más satisfechos. Pero el análisis se queda corto al pensar que los aplaudidores del caos y la violencia, el sector empresario que viva gestos inconvenientes de parte de la cabeza de la Estado -es decir, el encargado de desescalar el conflicto y buscar consensos- tiene casi la misma reacción en todos los foros, incluídos los de aquellos rubros seriamente afectados por las políticas libertarias, como la industria, la construcción y el consumo masivo.
Hay varios casos emblema. Ya en el período previo a al asunción de Martín Rappallini al frente de la Unión Industrial (UIA), Techint empezó a digitar las comunicaciones públicas y las declaraciones de la entidad para no ir al choque con el Gobierno. Todo cuando la mayoría de los sectores pyme están bajo fuego del período de mayor apertura importadora desde el menemismo, con situaciones tensas de empleo y demanda. Los industriales, que en la asunción de Rappallini elogiaron el «cambio macro» del Gobierno, hasta se bancaron que Milei les diga, en el Día de la Industria, que son «prebendarios» y que son menos que el campo. Agacharon la cabeza, algunos por el temor de confrontar con un Gobierno que promete vendettas públicas y escraches, otros, porque entienden que el insulto es un precio barato a pagar para conseguir el objetivo final.
«Mauricio fue un cagón»
«Mauricio fue un cagón, esto tenía que hacer», dijo a este diario alguien de la UIA, de los alineados al modelo. Mauricio es Macri, y lo que le achacan es que no se haya radicalizado para cumplirles dos de sus sueños húmedos, algo que sí hace Milei: el primero, un Estado chico que no moleste ni controle al sector privado; el segundo, una batería de leyes desreguladores que les bajen los costos laborales e impositivos y sean sustentables. «Las ventas van y vienen, hasta los gobiernos van y vienen, pero hasta ahora no habíamos visto a nadie que fuera a fondo, sin importarle nada, incluso sin importarle su supervivencia política, para hacer lo que los empresarios quieren», se sinceró un importante integrante de la Cámara Argentina de Comercio (CAC) ante este diario.
Naturalmente, el trasfondo del fenómeno es global: los empresarios se han dado cuenta de que ya no alcanza con Gobiernos que prometan aperturas, sino que es tiempo de apoyar regímenes ultra para trabajar desde adentro en la misma sintonía y achicar el márgen de error. El emblema es el Gobierno de Donald Trump, rodeado por empresarios funcionarios de Sillicon Valley, el más saliente Elon Musk, de Tesla. La foto es la de un empresariado mundial que acepta correr los límites de la democracia para conseguir metas. Nunca lo dirán en público, porque pocas veces se lo preguntan, pero los ceos locales también darían vueltas, como ya lo hizo Milei, ante la consulta de si creen o no en un sistema de vida democrática.
En Argentina, el establishment parece haberse contagiado de la consigna de que sin triunfo de la batalla cultural no hay forma de mantener un modelo que los beneficie con un cambio total de paradigma. Natalio Mario Grinnman, el titular de la CAC, es uno de los que lleva a cada reunión de los mercantiles un pedido de paciencia ante la caída de ventas. La CAC era una de las cámaras que años más quejas tenían sobre los discursos violentos del Estado y el avance constra las instituciones.
Lo propio hacen algunos supermercadistas grandes, entre ellos los Braun de La Anónima, los más consustanciados con la causa. Para ser justos, no son los únicos que van en esa línea. Hace unas semanas, el Consejo Federal de la Cámara de la Construcción (CAMARCO), se reunió para tratar el abandono del mantenimiento de las obras públicas, pero sus directivos apoyan al Gobierno y hacen la vista gorda ante los exabruptos. Tras esa reunión, emitieron un comunicado que asegura que el abandono del Estado de rutas, puentes y obras de energía ponen en riesgo la seguridad de la población. Desde que empezó Milei, la obra pública está suspendida y la privada avanza de manera marginal. Hay 1400 constructoras al borde de la quiebra en todo el país, según cifras de la CAMARCO y hasta gigantes como Roggio han entrado en default. Aquí, la actividad tampoco explica los elogios a la violencia verbal.
Quemar la «institucionalidad»
En su discurso en Expo EFI Milei también habló de «ñoños republicanos» para referirse a aquellos que le cuestionan avances indiscriminados sobre la independencia de los poderes del Estado. También lo aplaudieron. Es curioso, porque buena parte de este establishment, en tiempos de radicalización del kirchnerismo, habían armado el Foro de Convergencia Empresaria para denunciar lo que veían como avances sobre la república. En aquel Foro había abogados del Colegio de Capital Federal que hoy apoyan a Milei y hasta dirigentes empresarios como el ex Swiss Medical Miguel Blanco, hoy a cargo de la Sindicatura General de la Nación. Desde ese Foro, además, se emitieron innumerables comunicados de independiencia judicial. Ninguno de sus integrantes se expresó por la designación de dos jueces por decreto en el Gobierno de Milei.
En este marco, hay que sumar al análisis otros factores menores evidentes que explican el fenómeno. El primero es que la matriz productiva nacional se transformó y aparecieron nuevos popes vinculados a la rama servicios y la economía del conocimiento que decidieron ignorar la relación con los Estados. El segundo es que el proceso de radicalización discursiva del peronismo alejó a muchos empresarios que antes se peleaban, en el Día de la Industria en Tecnópolis, por comer en la mesa de CFK y elogiarle sus políticas. El tercero es que también las pymes cambiaron el perfil: hoy ya no existe, de manera masiva, la asimilación de la pequeña empresa con los programas económicos pro industria o con contenido social. Esas firmas también aceptan los excesos verbales del Presidente.
Por último, y es éste el condicionante más preocupante, son muy pocos los empresarios conscientes de que la belicosidad del mensaje de Milei alimenta un proceso de violencia que va in crescendo. «Es parte de la poca responsabilidad que tenemos como burguesía, sabiendo que también somos actores centrales del proceso democrático», concluyó uno de los empresarios que están en minoría ante el avance de los ultras.