InicioDeportesEl fútbol y la prepotencia fueron temas de Osvaldo Bayer

El fútbol y la prepotencia fueron temas de Osvaldo Bayer

Entre lo mucho que investigó y escribió, Osvaldo Bayer fue un pionero en contar la historia del fútbol. Lo hizo a través de un guión que fue película y fue libro: Fútbol argentino. Hablamos de fines de los 80, cuando aún el fútbol era una actividad de masas menospreciada en el ámbito cultural. Ni el cine ni los documentales, y los libros muchos menos, se ocupaban de la pelota.

Pero en 1989, viviendo en Berlín (antes había padecido el exilio y nunca se calló contra los poderosos), le ofrecieron hacer un documental sobre la historia del fútbol. Primero dijo que no y después se retractó. Se preguntó por qué no animarse a escribir sobre algo que podía ser tema no sólo de un historiador sino también de un sociólogo o un politólogo. Y citó al pensador alemán Walter Jens: «Cuando ya me haya olvidado hasta el último verso de Goethe voy a recordar siempre la delantera del Bayern München».

Recordó que en 1939 (había nacido en Santa Fe el 18 de febrero de 1927), cuando era un pibe, él ya era hincha de Rosario Central. Y que como a Jens, también se le olvidarían, con los años, los versos del Martín Fierro pero no los apellidos de los canallas que lo marcaron: Laporta, Cisterna, Harry Hayes, Díaz y Maffei. «Todo esto está enredado en el encanto especial, la magia que sobre el ser humano, desde niño, ejerce el juego, el jugar, que no es otra cosa que soñar», prologó. Y jugó para escribir aquella historia que llegó a la pantalla grande en abril de 1990 y fue un éxito.

Lo que le salió fue más que dato puro. Fue una mirada tan distinta a cómo se veía entonces al fútbol. Bayer tal vez no fue el pionero, pero sí fue el primero en hacer despertar a muchos acerca del valor social de la pelota. Y del juego.

Llegó hasta 1986, año maradoniano por excelencia. Alguna vez quiso continuarlo pero prefirió quedarse con las ganas. Pensaba que desde entonces el fútbol se había convertido en un negocio que ya no le llegaba al corazón. «Los jugadores cambian de camiseta cada temporada. Todo es dinero. Las hinchadas son usadas y se basan en la agresión», escribió en la reedición de 2009, para Biblioteca Bayer, publicada por editorial Planeta.

Fue Bayer quien contó los padecimientos (y el genocidio) de las comunidades del sur a manos del General Julio Argentino Roca, venerado con estatuas y hasta con el nombre de una avenida importante en el centro porteño. La historia no siempre queda al alcance de todos. Pero así como Roca tiene sus monumentos, a Bayer le acaban de quitar uno. Fue muy sorprendente y por demás chocante ver la imagen de la máquina retroexcavadora de la Dirección Nacional de Vialidad derribando el monumento en su homenaje, en el puesto policial de Güer Aike, al costado de la Ruta Nacional 3, a 27 kilómetros de Río Gallegos. Y también fue triste.

En 1989, otro futbolero como Osvaldo Soriano –pero de San Lorenzo y también conocedor del sur– escribió en el prólogo de Fútbol argentino: «Osvaldo Bayer ha iluminado como pocos el conocimiento de la historia de los argentinos. Su obra, rigurosa, dedicada a los episodios más dolorosos y ocultos de este siglo, ha sacudido como ninguna después de las investigaciones de Saldías: sus cuatro volúmenes sobre el movimiento libertario de la Patagonia, ahogado en sangre en 1921, sacudieron la cautelosa historiografía argentina y forman uno de los pocos clásicos con que cuenta el estudio de la Historia. Los vengadores de la Patagonia trágica es la obra más popular jamás publicada sobre el movimiento obrero. Este libro le valió persecución, exilio, aislamiento y procesos judiciales, pero también la satisfacción de haber puesto al alcance de todos la verdad sobre una de las represiones más feroces sufridas por los peones rurales que intentaban organizarse para resistir a la explotación feudal en las estancias del Sur». No es casualidad que en estos tiempos y en el sur haya pasado lo que pasó.

Sobre el fútbol y Bayer, afirma Soriano que en el libro están presentes esas mismas preocupaciones que señaló en sus trabajos no futboleros. Reflejó golpes de Estado, golpes de puño, huelgas, traiciones. «Este libro no sólo interesará a los apasionados del fútbol, sino también a aquellos que estudian los movimientos sociales nacidos con la Argentina de las vacas gordas», añade Soriano.

De hecho, Bayer arranca contando que un político, en 1953, dijo después de un Argentina 3-Inglaterra 1: «Les ganamos como en las invasiones inglesas, en 1806 y 1807. Nacionalizamos hace poco los ferrocarriles y ahora nacionalizamos el fútbol». Recuerda al Gimnasia y Esgrima La Plata como club de la alta sociedad platense que abría sus puertas «para ejercitarse en deportes viriles» a apellidos de alcurnia, entre los que pide no olvidar a Ramón L Falcón: «el posterior jefe de policía, autor de la masacre de obreros de Plaza Lorea, el 1 de mayo de 1909». Cuenta que fueron los propios futbolistas quienes organizaron su huelga para pelear por derechos. Y que en la década infame, el teniente coronel Tomás Ducó, presidente de Huracán, matoneó y le pegó una trompada al árbitro José Mascías por un fallo que no le gustó. «Al agresor no le pasó nada pero mostró el punto culminante del autoritarismo, de la falta de ética deportiva y de la prepotencia del poder. El mismo militar, en 1944, protagonizó un golpe de Estado sublevándose con su regimiento».

Bayer vino de chico a Buenos Aires. Poco después su familia se instaló en la calle Arcos del barrio de Belgrano, cerca de la cancha de River, todavía en construcción, cuando era una herradura que permitía la vista al río. Su casa, con los años, se volvió mítica. Fue su estudio y el lugar en que recibía lectores, amigos y hasta vecinos. No era bueno para jugar a la pelota, y por eso lo mandaban al arco.

«A mi me iba mal en fútbol porque no jugaba bien. Jugaba cuando me dejaban, de arquero, pero era malo. Y si no en el medio. Iba donde decía el capitán, que era el que mandaba. Con tal de jugar… Entre la barra había uno que jugaba muy bien: Eduardo Ricagni, que después se hizo jugador de Platense, Boca, Chacarita y Huracán. Y además fue goleador. También jugó en la Juventus y en el Milan y en la selección de Italia. Cuando éramos chicos, él era el capitán del equipo del barrio y nunca me permitía jugar. Jamás me elegía. Por eso yo jugaba con otros pibes, porque no era parte del equipo oficial de la calle. Lo importante es que, aunque con otros, igual podía jugar. Porque era la diversión de todos jugar a la pelota en la calle. Una vez estuve de arquero y a los diez segundos de haber empezado el partido me metieron un gol, acá, en esta misma calle. Ricagni se enojó tanto que me corrió para darme la viaba. Yo tenía 8 años y él supongo que 9. Corrí como los dioses, porque el tipo sabía pegar. No me alcanzó pero me gritó lo peor que escuché en mi vida: Alemán, culo de pan. Volví a casa, me bajé los pantalones y me miré la cola en el espejo del ropero. Tengo un culo igual al de todos, ¿por qué culo de pan?, me preguntaba. Eso me marcó. Me sentí preocupado. Hoy me causa risa. Eran cosas de pibes», recordó entre risas durante una entrevista en 2014.

Es poco probable que se estuviese hablando por estas horas de Osvaldo Bayer. Pero el ataque a su monumento y a su memoria resultó contraproducente. Suele pasar. Ahora que le volvieron a dar voz, es muy posible que personas que no lo conocían se interesen por su obra y encuentren que la realidad supera a aquellos que la quieren tapar.

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