En un mundo donde la alimentación procesada fue la norma durante décadas, cada vez más personas buscan alternativas naturales y saludables. La preocupación por los productos ultraprocesados, con sus conservantes y aditivos, llevó a los consumidores a preferir ingredientes frescos, como los garbanzos, y métodos de conservación que respeten las propiedades originales de los alimentos.
Este cambio de paradigma no solo responde a una mayor conciencia sobre la salud, sino también al interés por reducir el impacto ambiental de los envases y evitar el exceso de sodio y otros compuestos añadidos en los alimentos industrializados.
A la vez, dentro de esta tendencia hacia lo natural, las legumbres cobran especial protagonismo, sobre todo en muchas dietas alrededor del mundo donde también se alinean con una alimentación equilibrada y sostenible.
Las legumbres, como las lentejas y los porotos, son semillas comestibles de la familia Fabaceae y constituyen una fuente fundamental de proteínas vegetales. Además, son ricas en fibra, vitaminas y minerales esenciales, lo que las convierte en aliadas de la salud digestiva, el control del colesterol y la sensación de saciedad.
No es casualidad que las entidades nutricionales recomienden su consumo frecuente: al menos tres porciones a la semana, equivalentes a unos 80-100 gramos de legumbres cocidas por porción. Algunos especialistas, incluso, sugieren incorporarlas diariamente para aprovechar al máximo sus beneficios.
Entre todas las legumbres, los garbanzos destacan por su versatilidad y perfil nutricional. Estas pequeñas semillas redondeadas de color beige conquistaron cocinas de todo el mundo gracias a su sabor suave y textura cremosa, al ser ingredientes clave en platos como el hummus, los guisos y las ensaladas.
Más allá de su capacidad para adaptarse a diversas preparaciones, los garbanzos son una excelente fuente de proteínas vegetales, fibra soluble e insoluble, hierro, magnesio, zinc y vitaminas del grupo B. Su composición nutricional les permite aportar múltiples beneficios: regulan el tránsito intestinal, estabilizan los niveles de glucosa en sangre, fortalecen el sistema inmunológico y favorecen la salud cardiovascular, indica un artículo del Medical News Today.
Ante este escenario, no es de extrañar que muchas personas recurran a los garbanzos en lata por su practicidad. Al estar listos para consumir sin necesidad de remojo ni cocción, facilitan la preparación de comidas rápidas. Sin embargo, este beneficio viene acompañado de algunas desventajas: suelen contener sodio y conservantes que pueden afectar su perfil nutricional, además de presentar una textura más blanda que no siempre resulta atractiva.
Por otro lado, los garbanzos secos representan una alternativa más saludable y económica, ya que conservan mejor sus nutrientes y no contienen aditivos. Su única desventaja es la necesidad de planificación, ya que requieren remojo y cocción antes de poder disfrutarse.
Afortunadamente, existe un truco sencillo para tenerlos siempre listos sin recurrir a las latas, y disfrutar de todos sus beneficios sin complicaciones. Solo hay que seguir estos pasos:
Gracias a su versatilidad, los garbanzos pueden usarse en múltiples preparaciones: